
El papel higiénico, tal como lo conocemos, comenzó a comercializarse en Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Fue Joseph Gayetty quien lo introdujo en 1857 como “papel medicinal”, aunque no fue hasta las primeras décadas del siglo XX que su uso se popularizó, gracias a mejoras en su suavidad y presentación en rollos. Antes de eso, la higiene personal dependía de los recursos disponibles en cada cultura y época.
En la antigua Roma, por ejemplo, se utilizaban esponjas atadas a palos y sumergidas en agua salada, compartidas entre usuarios de baños públicos. En otras regiones se recurría a hojas de plantas, piedras lisas, trapos reutilizables o incluso maíz seco. Las opciones variaban según la clase social, el entorno y el nivel de desarrollo tecnológico.
La historia del papel higiénico es un reflejo de cómo evolucionan las costumbres cotidianas con los avances de la sociedad. Aunque hoy es un producto básico en la mayoría de hogares, su invención y masificación tardaron siglos en consolidarse, y todavía no es accesible para todos en el mundo.