El ritmo al comer influye directamente en la digestión y en el bienestar general. Comer despacio y masticar correctamente permite que los alimentos se descompongan mejor, facilitando el trabajo del sistema digestivo y la absorción de nutrientes.
Esta práctica también contribuye a una mejor regulación del apetito, ayudando a evitar el consumo excesivo de comida y promoviendo una sensación de saciedad más efectiva. Además, reduce problemas comunes como la acidez o el malestar estomacal.
Adoptar este hábito no solo mejora la salud física sino que también favorece la conexión consciente con la alimentación, potenciando el disfrute y cuidado personal.