
Las recientes declaraciones de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, han elevado la tensión diplomática entre Dinamarca y Estados Unidos, tras la divulgación de reportes que apuntan a una presunta intensificación de la vigilancia estadounidense sobre Groenlandia. Según versiones preliminares, agencias de inteligencia habrían recibido órdenes para monitorear el movimiento independentista y la posición de los habitantes sobre la explotación de recursos naturales. Frederiksen rechazó enérgicamente la posibilidad de espionaje entre aliados, calificando la práctica como inaceptable, y reafirmó la necesidad de actuar dentro del marco del respeto mutuo.
En respuesta a los informes, Dinamarca convocó al embajador estadounidense para exigir explicaciones formales, lo que refleja la seriedad con la que se está abordando el asunto a nivel diplomático. Aunque la primera ministra ha evitado confirmar los detalles de los informes, los ha calificado como preocupantes, especialmente si se confirma que provienen de fuentes oficiales. Por su parte, el primer ministro groenlandés, Jens-Frederik Nielsen, expresó su malestar ante lo que describió como una falta de respeto hacia la autonomía del territorio.
Como consecuencia inmediata, este incidente podría afectar la cooperación bilateral en temas estratégicos, particularmente en el Ártico, donde Dinamarca y Estados Unidos mantienen intereses comunes en defensa y recursos. La controversia podría además detonar una revisión de los mecanismos de inteligencia compartida dentro de la OTAN, así como reabrir el debate sobre la soberanía de Groenlandia y su papel en la política internacional.