Antes de ser elegido Papa León XIV a principios de este mes, el entonces cardenal Robert Prevost mantenía una rutina constante y discreta de ejercicio en el Omega Fitness Club, un gimnasio cerca del Vaticano en Roma. Según su entrenador personal, Valerio Masella, Prior, Prevost entrenaba dos o tres veces por semana durante los últimos dos años, combinando ejercicios aeróbicos y de fuerza, y manteniendo una condición física destacable para su edad.
Consecuencias y resonancia pública
Esta revelación humaniza al nuevo pontífice, mostrando un lado accesible y disciplinado que conecta con el público general. La sorpresa de su entrenador y de los dueños del gimnasio al verlo en el balcón de la Basílica de San Pedro, tras su elección, ha despertado simpatía y un interés renovado en su figura.
Este episodio evidencia cómo, incluso en las más altas jerarquías de la Iglesia, la dedicación al bienestar físico puede formar parte de la vida diaria, proyectando una imagen de líder equilibrado, que cuida tanto su espíritu como su cuerpo.
Impacto y mensaje
El detalle de su vida privada añade un matiz humano a su biografía y destaca el contraste entre la discreción personal y el rol público. El Omega Fitness Club ha expresado orgullo por haber sido parte de la rutina del Papa y le ha extendido una invitación para que continúe ejercitándose allí, asegurando su privacidad y seguridad.
Esta historia, ampliamente difundida por medios internacionales, refuerza el mensaje de un Papa comprometido con el bienestar integral, promoviendo hábitos saludables como parte de su ejemplo personal y liderazgo.