En un juicio emotivo en Utah, Shane Peterson fue condenado a cadena perpetua por la tortura y posterior muerte de su hijo de 12 años, Gavin. Según versiones preliminares, el menor fue sometido a un abuso extremo, incluyendo un régimen de inanición, donde se le alimentaba con apenas «un trozo de pan con mostaza» y un tercio de taza de agua al día. Este confinamiento y la desnutrición severa provocaron el fallo multiorgánico que le costó la vida, dejando a la comunidad consternada por la brutalidad del crimen.
Durante el juicio, la jueza, visiblemente afectada, rompió a llorar al dictar la sentencia de cadena perpetua contra Peterson, un hombre que, según las pruebas, traicionó la confianza paternal al infligir tal sufrimiento a su propio hijo. En su declaración, la jueza subrayó la gravedad del acto y la absoluta irresponsabilidad del acusado, destacando que la sentencia buscaba impartir justicia para Gavin y servir como un mensaje firme contra el abuso infantil.
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Este trágico caso ha generado una fuerte conmoción en la comunidad y ha puesto de relieve la necesidad urgente de reforzar las medidas de protección infantil. El caso de Gavin Peterson se ha convertido en un doloroso recordatorio de las consecuencias del maltrato y la importancia de que tanto las autoridades como la sociedad estén alertas para prevenir futuras tragedias de abuso infantil.