La administración Trump planea una reestructuración masiva de la asistencia exterior de Estados Unidos. Se recortarán todos los roles de USAID en el extranjero, lo que resultará en el despido de miles de empleados. Esta medida, presuntamente, busca centralizar el control y la dirección de los programas de ayuda. Representa un cambio significativo en la estrategia de desarrollo internacional de EE. UU.
Además, el Departamento de Estado asumirá el control total de los programas de asistencia exterior estadounidenses. Esta transición está programada para completarse antes del 30 de septiembre. El movimiento, aparentemente, busca mayor coherencia y eficiencia en la implementación de la política exterior. Podría también reflejar una intención de alinear la ayuda humanitaria y de desarrollo más estrechamente con los objetivos diplomáticos y de seguridad nacional de la administración.
Una consecuencia directa de esta reestructuración es la potencial interrupción de programas vitales en diversas regiones del mundo. Miles de empleados serán despedidos, lo que afectará la continuidad de proyectos de desarrollo y asistencia humanitaria en curso. Por consiguiente, esta medida podría alterar las relaciones diplomáticas con países receptores de ayuda. También podría generar vacíos en la provisión de servicios esenciales, con un impacto en la estabilidad regional y la influencia global de Estados Unidos en el ámbito de la cooperación internacional.