Donald Trump ha planteado una reducción del 80% en los aranceles impuestos a productos provenientes de China, en un intento por generar un ambiente propicio para las próximas negociaciones bilaterales. Esta propuesta, según versiones preliminares, busca facilitar un acercamiento entre ambas potencias y establecer las bases para una posible resolución de la prolongada guerra comercial. El cambio en la política arancelaria sugiere un enfoque más conciliador respecto a la estrategia previamente adoptada por la administración Trump.
La iniciativa ha suscitado diversas reacciones entre expertos económicos y líderes políticos. Mientras algunos interpretan el anuncio como una señal positiva para la estabilidad del comercio global, otros manifiestan preocupación por el posible debilitamiento de sectores industriales estratégicos en Estados Unidos. En este contexto, la respuesta de Beijing será clave para anticipar si el acercamiento se traduce en avances concretos o si las tensiones persistirán a pesar del gesto estadounidense.
Como consecuencia inmediata, se proyecta una revisión de las cadenas de suministro por parte de empresas multinacionales, que podrían anticiparse a nuevas dinámicas comerciales. Además, esta propuesta reabre el debate sobre la eficacia de los aranceles como herramienta de presión en las negociaciones internacionales y sobre el papel que debe asumir Estados Unidos en el reordenamiento del comercio global.